03 noviembre 2009

Los criminales, ¿dueños de las calles?

Ayer fui participe involuntario de un hecho, que aunque común en estos turbulentos días que vivimos, resulta sorprendente para personas que, como yo, ya pertenecemos a épocas pasadas.
Caminaba atento por las calles de Pompeya cuando de pronto veo como dos carroñeros, dos pequeños rastreros vienen corriendo directo, y por la espalda, de una señora mayor, con mayor me refiero a unos 60 años aprox. Esa mujer podría haber sido mi madre tranquilamente de seguro es madre de alguien, tal vez un pobre trabajador que se desloma a diario para conseguir el pan de cada día. También y porque no podría llegar a ser hasta abuela de unos simpáticos nietecitos inocentes e inquietos.
Esa misma señora es atacada ante mis sorprendidos ojos que no creen lo que están viendo, (aunque ya lo haya visto y vivido mil veces, pero aunque parezca extraño, cada vez que pasa algo así me sorprendo de la terrible mierda que se volvió mi país en estos 30 años de democracia)
Estas dos ratas la empujan tirándola al piso, la patean, la agarran de los pelos y le arrancan la cartera. Todo esto que narro transcurrió en 5 segundos, como mucho.
Como dije antes, ya me había anticipado a la jugada, siempre tuve ese sexto sentido para descubrir criminales.
En el mismo momento que la mujer es atacada salvajemente les pego un fuerte grito dándoles la voz de alto, si hay algo que aprendí es que la voz de mando, cuanto mas severa sea mas amedrenta al oponente, en ese momento salen corriendo al verme, cada uno hacia extremos diferentes de la calle; me concentro en la que tenia la cartera de la mujer. Acá aclaro que estos delincuentes eran dos chicos, si se los puede llamar así, ya que considero que los delincuentes no tienen sexo ni edad, son delincuentes y punto y así habría que tratarlos.
Uno de ellos era un chico de unos 12 años, la otra una chica de aprox. 15 o 16 años. La que llevaba la cartera arrebatada a la mujer, (para esto la señora gritaba desesperada tirada en el piso que alguien la ayude). Cuando la pequeña criminal se da cuenta que no se me va a escapar, tira la cartera, se detiene en su carrera, se da vueltas y me increpa diciendo que era un vigilante y que iba a pegarme un tiro.
Por un segundo me quede atónito, no por la amenaza, sino por la impunidad con que estos delincuentes se manejan, ya saben que entran y salen, es solo un trámite quedar pegados. Luego de ese segundo de estupor, la violencia, fiel guardiana de mis pasos, la cual creía sepultada tras varias capas de años, pero siempre le queda una vía de escape donde presentarse junto a mi, y más en esos momentos. La agarro del cuello con mi mano izquierda, cortando de cuajo las sarta de idioteces que me decía, solo se oyó un quejido gutural, como cuando uno traga saliva, similar a eso; mi otra mano ya estaba casi en trayectoria directa hacia su inmunda cara, con el puño bien firme, quería hacerle tragar su impunidad, la quería despachar ahí mismo. Una mano juiciosa me detiene el brazo, era la mujer a la cual habían asaltado, “Déjelo así joven, no se meta en problemas, si la lastima queda preso usted y ellos salen por la otra puerta”.
Volví en mí.
Suelto a la criminal que cae al piso azul por la presión en el cuello, desaparece al instante.
Desaparezco de allí yo tambien, como de costumbre nunca un policía cerca.
Gracias a las palabras de la victima me salve de terminar preso por defender a quien era atacado por criminales.
Cual seria la moraleja de esta breve historia; cualquiera que se me pueda llegar a ocurrir es muy triste como para escribirla en profundidad.
Veo como mi patria se destroza día a día, por esa manga de corruptos que nos gobiernan que la dejaron a la deriva, saqueándola hasta más no poder.
Mejor que no se me ocurra ninguna moraleja, eso se lo dejo a alguien mas sensato que yo.

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