El pueblo de los Shuar, más conocido por el nombre de Jíbaros (nombre dado por los españoles) es originario del altiplano ecuatoriano, en las fuentes del Amazonas, al norte del río Marañón y entre las cuencas del río Pastaza y el río Chinchipe.
Son, como se sabe, cazadores de cabezas. Y acá viene lo bueno, no cazan cabezas de ganado, ni cabezas de chanchos, claro que no, cazan, (como se estarán imaginando a esta altura), cabezas humanas; enemigos mas precisamente que pasan a mejor vida. Obviamente, no solo se contentan con cortarles la cabeza, cualquier cazador de cabezas que se precie de tal debe hacer algo mas que solo cortarlas, ellos además de llevarse el recuerdo de sus enemigos las hacen llaveros. Veamos como, adentrémonos un poco mas en el maravilloso mundo de estos reducidores de cabezas.
Son, como se sabe, cazadores de cabezas. Y acá viene lo bueno, no cazan cabezas de ganado, ni cabezas de chanchos, claro que no, cazan, (como se estarán imaginando a esta altura), cabezas humanas; enemigos mas precisamente que pasan a mejor vida. Obviamente, no solo se contentan con cortarles la cabeza, cualquier cazador de cabezas que se precie de tal debe hacer algo mas que solo cortarlas, ellos además de llevarse el recuerdo de sus enemigos las hacen llaveros. Veamos como, adentrémonos un poco mas en el maravilloso mundo de estos reducidores de cabezas.

Por ello, el guerrero que mató a un enemigo debe llevar a cabo un complejo ritual, destinado a encerrar el alma del muerto en su propia cabeza, cuidadosamente reducida, llamada tsantsa. La preparación de la cabeza dura varios días y las operaciones materiales se alternan con las ceremonias mágicas.
El proceso es el siguiente:
Una vez que tenemos la cabeza del susodicho, hay que actuar con celeridad, no olvidemos que en medio de la selva no hay freezer y el calor hace lo suyo demasiado rápido.
Con un cuchillo se hace un corte desde la nuca al cuello, se tira de la piel y se desprende del cráneo. Se desecha el cerebro, ojos y demás partes blandas (se las puede almorzar, con un poco de ajo y perejil queda riquísimo, pero hoy día con el tema del H.I.V, es mejor dejar pasar este suculento manjar), además de todos los huesos.

Se saca del agua (con un tamaño aproximado de la mitad del original) y se pone a secar. (Al sol, cuidadito con los seca ropas o el micro ondas, con esos artefactos no funciona este arte milenario)
Se raspa la piel por dentro para quitar restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción y se frota por dentro y por fuera con aceite de carapa (ni me pregunten que coños es la carapa).
Después se cose el corte de la nuca, los ojos y la boca, de manera que queda como una bolsa, en la que se echa una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente. (claro que hay que echar la piedra antes de coserla, no después, no sean gilipollas, lo aclaro porque a mi ya me paso, recién a la tercer cabeza comprendí la cronología del proceso)

En este proceso la cabeza acaba de reducirse.
Una vez seca la cabeza se vacía la arena y se tiñe la piel de negro. (podrían innovar con otros colores, por ejemplo los colores del arco iris o los de las palomas, eso queda a gusto del consumidor)
Luego se introduce un cordón de algodón por un agujero practicado en la parte superior de la misma y se asegura en la abertura del cuello con un nudo o un palito atravesado.
Así, con los ojos cosidos y la cabeza teñida de negro, el alma del enemigo queda atrapada en la oscuridad y ya no hay nada que temer de él ni de su venganza.
Y así de fácil y rápido podemos obtener nuestro propio llavero de cabeza de enemigo, casi, por un mínimo esfuerzo, y, dicho sea de paso, nos sacamos a alguien molesto del medio.
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