09 julio 2008

La recorrida final

Caminando libremente por las vías del ferrocarril, siento el viento que roe mis pestañas, como miles de diminutos microorganismos que se afanan por dejarme sin piel; recorro ciegamente las pesadas sendas que me sirven de guía por mi derrotero sin pensar en que estando tan juntas tal vez nunca se lleguen a enlazar; en realidad la unión de miles es mas seguro que sea la desigualdad de los millones de inservibles que día a día contemplan estupefactos la puesta en escena de la gran farsa de la biosfera que los contiene. Grandes granos de arena, pulidos y filosos como coléricos diamantes de desesperación, barren con su implacable golpeteo, el suelo azaroso de la inmaculada imagen del que quiso ser, pero no lo dejaron proseguir con su procreación pertinaz y blasfema desde los vértices del equinoccio. La era de acuario anuncia la complejidad de los caminos que afrontara la civilización sin la adecuada intervención del restringido cuerno de Baal. El banco de carpintero aun no se ha terminado, el anuncio dilatado no llega a conmover al ermitaño que peina su barba con el diente de Shiva. Como atravesado por mil tijeras Solingen, siento una luz blanca como el hielo que me quema las espaldas, es el sonido despiadado de la vida que atropella con su ímpetu desenfrenado mi vagabundeo solitario.

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