03 agosto 2010

Mirando fijo a la muerte. Historias de un skin


Me encontraba ayer por la noche recorriendo sin rumbo las calles de mi barrio, solo y distraído, sin pensar en nada, contemplando simplemente la oscuridad que me abrazaba.

Pertenezco a una minoría selecta, una elite social, un grupo que carga con la amarga y la pesada sentencia que da el saberse portadores de la verdad; es como ver en un mundo de ciegos y por ello se es desafortunado dueño de la maldición de la ignorancia de las masas.

Casi sin darme cuenta llegue, después de no se cuanto tiempo de haber andado, a la plaza en donde casi siempre termino cuando vuelo sin rumbo.

Lugar de reunión ineludible, en otros tiempos, de todos los hijos del Lobo.

Nos congregábamos en sagrada procesión para combatir desde nuestra repudiada condición, a los que pretenden poner en peligro la integridad de la Patria.

Cuantas historias encierran sus sombras, sus árboles estoicos contra el tiempo, sus oxidados juegos, su profundidad perdida en el abismo. Cuantas veces esta misma plaza me vio descargar toda mi furia contra un enemigo, cuantas veces me observo entonar el Himno de mi Nación con el brazo en alto, con el orgullo en mi frente, con el odio en mi corazón; cuantas veces se habrá preguntado porque mis ojos nunca descargaron una lagrima por aquel terrible pasado que me atormenta.

Me interno en la profundidad de aquellos misticos guardianes de madera, conocedores de todos mis secretos, con sus hamacas vacías y las dantescas estructuras de caños saltando sobre mí; hasta llegar a mi lugar preferido. Creo que todos tenemos un lugar preferido, ese lugar que hace abstraernos de la realidad y que nos transporta a los lugares mas remotos de nuestras fantasías, o a lo mas recóndito de nuestras pesadillas, aquellos temores que se hacen realidad cuando Morfeo nos roba la conciencia.

Me acomode entonces a los pies del inmenso ombú, jefe, imagino yo, de todos aquellos rigidos mastodontes que custodian desde hace mas de 100 años la plaza como temible hecatonquiro en vigilia de algún titán, me prendí un Parissienne y con el humo llenando mis pulmones me dedique a trazar líneas imaginarias uniendo las estrellas, descubriendo formas que los astrónomos no habían adivinado hasta ahora.

Así pasaba mi rato cuando escucho, arrancado de mi viaje por las estrellas, unos pasos que se acercan a mi sigilosos. Miro de reojo, sin ver, solo con mi vista periférica para que no lo advierta. Lo que veo por entre el rabillo del ojo me petrifica al instante, se trataba de una figura blanca como la niebla que rodea a la luna anunciando la tormenta, sin contornos definidos, sin rostro ni manos. Con cada metro que se me aproximaba estallaban tras de si los focos de los faroles, con un sordo y apagado sonido, sumiendo en las penumbras el lugar, de por si lúgubre por las noches; que ahora quedaba solo iluminado por el débil reflejo distante de una tímida luna que no se animaba a darse por completa. No atine a nada, simplemente me quede inmóvil tratando de dilucidar si todo esto era un sueño o la terrorífica realidad; instintivamente tanteo dentro del bolsillo de mi pantalón la navaja de acero español que me acompaña desde siempre, único regalo que me lego mi padre, y me preparo disimuladamente a recibir a mi extraña visita. Para sorpresa mía se detiene a escasos metros, inmóvil como el ultimo recuerdo de un ser querido que murió en desgracia.

Sin mas rodeos encaro decidido enfrentando cara a cara a ese fantasma que me acosaba desafiante.

En ese momento siento como si el filo eterno de la espada de Damocles me recorriera la espalda cortando en dos mi alma.

Allí directo frente a mí, inmóvil como una estatua se encontraba la muerte; volteó levemente la cabeza; (aunque no tenía rostro supe que me estaba viendo a los ojos); entonces como si de un mal sueño se tratase escuche dentro de mi cabeza una voz dulce como la de un ángel que me decía:

_por fin nos conocemos, tenia ganas de verte directo a los ojos, hasta ahora siempre me diste la espalda.

Ninguna palabra escapo de mi boca, no pude, no hizo falta.

_no te preocupes, resonó la voz nuevamente en mi interior, no te vine a buscar, solo quería escrutar en lo profundo de tu mirada.

Como un estupido en su primera cita solo atine a escupir unas desordenadas palabras:

_ Espero que no hayas visto de mas... mis ojos no dicen mucho.

Pestañee inconcientemente y al abrir los ojos en la milésima de segundo que se tarda en pestañar me encontraba nuevamente solo como al principio.

Me recosté sobre mi árbol preferido, di una larga pitada al cigarrillo, el único testigo del sobrenatural encuentro, que se consumía ardiente entre mis dedos y me quede con la vista clavada en la noche trazando líneas imaginarias entre las estrellas.

No hay comentarios: