13 agosto 2008

Efectos colaterales

De pronto miro a mí alrededor y siento que no soy más yo, mis pensamientos son otros, mis recuerdos ya no me pertenecen, la vida escapa delante mió sin que yo pueda alcanzarla. Siento una delicada y fina mano que se posa suavemente en mi hombro, no me hace falta ver para saber quien es. El ritmo cardiaco se acelera con cada minuto que castiga mi reloj anatómico, el sudor empieza a escurrir espeso de mi frente. Siento como la sangre corre veloz por mis venas, acaudalada y salvaje como río bravo en la crecida. La cristalina sensación recorre mis parietales robándome de la realidad, realidad que se detiene y deja a mi entorno paralizado. Las pupilas se agrandan dejándome ver lo que antes me estaba vedado. Escucho rugir mi respiración tan fuerte como la de un toro que descubre su suerte en la arena. Los músculos se apretujan unos con otros dándome el rictus adecuado para la ocasión. El desenfreno alocado de lo incontenible estalla como el volcán. El fuego que no perdona arrasa por completo el roído pueblo de mi interior.

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