La deforestación es una de las modalidades más drásticas de las alteraciones de la cobertura de la Tierra que se producen por acción humana. La tala continua ha reducido la superficie cubierta por los bosques a una cantidad estimada a 40 millones de km² de los cuales 12 millones son bosques abiertos. La lectura de imágenes satelitales permite actualmente una evaluación directa y más precisa del proceso de deforestación y su expansión durante los últimos 25 años.
De los dos grandes componentes forestales de la Tierra, los bosques tropicales y los extratropicales, particularmente en los primeros la silvicultura comercial descontrolada y la agricultura, han y están provocando una deforestación masiva. En los últimos 50 años, la mayoría de los bosques tropicales han sido incorporados a la producción en gran escala. Las pluviselvas ecuatoriales (cuenca del río Amazonas, África central y sudeste asiático) soportan una tasa de deforestación anual de 120.000 km² y 100.000 km² se ven afectados por una destrucción parcial. A la actual velocidad de destrucción, se calcula que todos los bosques tropicales habrán desaparecido en la segunda mitad del siglo XXI. Los suelos de este tipo de bosque tienen sistemas particulares de retención de nutrientes que dependen de la existencia del bosque mismo. Con la tala desaparecen estos mecanismos y se produce en un corto tiempo (1-3 años) el lixiviado de nutrientes y el terreno se convierte en poco apto para la agricultura, reiniciándose el proceso de tala y ocupación. En estas zonas se realiza una agricultura itinerante de cultivos sobre rozas. La quema de residuos ulterior a la tala libera enormes cantidades de dióxido de carbono; el aumento de la concentración de este gas en la atmósfera es una de las causas del llamado efecto invernadero. Si bien la cantidad de dióxido de carbono absorbido por la vegetación es reducida si se la compara con la transferida a los océanos, las masas boscosas tropicales cumplen un importante rol como productores de oxígeno atmosférico y reguladores de los ciclos hidrológicos.
Los bosques tropicales tienen una diversidad en número de especies animales y vegetales mayor que en cualquier otro sistema de la Tierra; por ejemplo, se estiman para la pluviselva unos 2 millones de especies, de las cuales sólo una sexta parte es conocida. A causa del proceso de deforestación muchas especies y poblaciones genéticamente diferentes se han perdido.
En la Argentina, la selva misionera o paranense, con características muy similares a la pluviselva, cubría más del 80% del territorio de la provincia de Misiones. En extensas áreas ha sido objeto de una destrucción total o parcial intensa como consecuencia de la expansión de la actividad agrícola y la explotación forestal. Similar proceso se ha producido en las yungas, formación selvática de las laderas orientales de las sierras subandinas (Jujuy, Salta y Tucumán) y en el bosque chaqueño
De los dos grandes componentes forestales de la Tierra, los bosques tropicales y los extratropicales, particularmente en los primeros la silvicultura comercial descontrolada y la agricultura, han y están provocando una deforestación masiva. En los últimos 50 años, la mayoría de los bosques tropicales han sido incorporados a la producción en gran escala. Las pluviselvas ecuatoriales (cuenca del río Amazonas, África central y sudeste asiático) soportan una tasa de deforestación anual de 120.000 km² y 100.000 km² se ven afectados por una destrucción parcial. A la actual velocidad de destrucción, se calcula que todos los bosques tropicales habrán desaparecido en la segunda mitad del siglo XXI. Los suelos de este tipo de bosque tienen sistemas particulares de retención de nutrientes que dependen de la existencia del bosque mismo. Con la tala desaparecen estos mecanismos y se produce en un corto tiempo (1-3 años) el lixiviado de nutrientes y el terreno se convierte en poco apto para la agricultura, reiniciándose el proceso de tala y ocupación. En estas zonas se realiza una agricultura itinerante de cultivos sobre rozas. La quema de residuos ulterior a la tala libera enormes cantidades de dióxido de carbono; el aumento de la concentración de este gas en la atmósfera es una de las causas del llamado efecto invernadero. Si bien la cantidad de dióxido de carbono absorbido por la vegetación es reducida si se la compara con la transferida a los océanos, las masas boscosas tropicales cumplen un importante rol como productores de oxígeno atmosférico y reguladores de los ciclos hidrológicos.
Los bosques tropicales tienen una diversidad en número de especies animales y vegetales mayor que en cualquier otro sistema de la Tierra; por ejemplo, se estiman para la pluviselva unos 2 millones de especies, de las cuales sólo una sexta parte es conocida. A causa del proceso de deforestación muchas especies y poblaciones genéticamente diferentes se han perdido.
En la Argentina, la selva misionera o paranense, con características muy similares a la pluviselva, cubría más del 80% del territorio de la provincia de Misiones. En extensas áreas ha sido objeto de una destrucción total o parcial intensa como consecuencia de la expansión de la actividad agrícola y la explotación forestal. Similar proceso se ha producido en las yungas, formación selvática de las laderas orientales de las sierras subandinas (Jujuy, Salta y Tucumán) y en el bosque chaqueño
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