05 marzo 2010

El dios de los metales

Desheredado, solo y abandonado, me disponía a pasar unos escuetos momentos, al menos unos pocos minutos, en paz y en calma.
Solo, sin mis problemas, sin mis tareas por realizar, que nunca realice, y lo más probable sea que nunca vaya a realizar.
Sin embargo, y a pesar de todo, sentía la necesidad de estar a solas conmigo mismo.
En eso estaba cuando, y sin mas preámbulo que un fuerte golpe; una brillosa barra de estaño cae al suelo sin titubear.
Ese innoble material cayó cual bólido en picado sobre su presa.
Trato de recoger esa inerte aleación tratando de hallar sus extremos, pero, y muy a pesar de mis infructuosos esfuerzos, parecía no tener ni principio ni final.
Eso es casi imposible, sentencie (digo casi porque en la vida aprendí que no hay imposibles lógicos, solo lo virtual de lo imposible que nos corrompe).
Trate de aprender algo mas de ese extraño material, así me entere que es un metal plateado, maleable, que no se oxida fácilmente y es resistente a la corrosión. Se encuentra en muchas aleaciones y se usa para recubrir otros metales protegiéndolos del oxido. Una de sus características más llamativas es que bajo determinadas condiciones forma la “peste del estaño”.
Al doblar una barra de este metal se produce un sonido característico llamado “grito del estaño”, producido por la fricción de los cristales que la componen.
El estaño puro tiene dos variantes alotrópicas: El estaño gris, polvo no metálico, semiconductor, de estructura cúbica y estable a temperaturas inferiores a 13,2 ºC, que es muy frágil y tiene un peso específico más bajo que el blanco. El estaño blanco, el normal, metálico, conductor eléctrico, de estructura tetragonal y estable a temperaturas por encima de 13,2 ºC.
Sorprendente, me dije, pensar que no sabía nada de este metal hasta ahora. Lo pensé mejor, de nada va a servirme saber toda esa información del estaño. Da igual, el saber no ocupa lugar, solo cuantifica las idioteces que decimos a diario.
Supongo que la barra aquella caída del cielo no tiene ni principio ni final; una especie de alfa-omega de los metales.
¿Será que cada elemento tiene su propia deidad?
No seria improbable pensarlo, será cuestión de dejarse llevar y de nuevo a los problemas, que no esta de más decir, ya me llegan hasta el tuétano.

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