Llueve copiosamente sobre los techos de la ciudad. Ciudad conmocionada por las absurdas votaciones para no se que puesto ni cargos.
No me interesa la política; mejor dicho, no me interesa la política de estos ladrones compulsivos que son los que, lamentablemente tienen en su poder el devenir político nacional.
Hace muchos años que no voy a votar, ni me interesa hacerlo. Da lo mismo, son todos una manga de ladrones.
Sigue cayendo agua de una manera histérica, casi nerviosa. Tal vez todo se inunde, tal vez sea un nuevo diluvio, como aquel de los sumerios. No importa, se nadar.
Hoy fue un día raro, raro y muy frió, tanto que por más que me abrigue bastante, la helada me llego a los huesos. Es malo el frió, duele, mas cuando se pasa por que no hay otra alternativa. Igual que el hambre, son cosas que duelen. Y no hablo de una manera moral ni de solidaridad con el prójimo, hablo literalmente, el hambre duele; y aquel que alguna vez tuvo la desgracia de pasarlo me va a entender.
Fui a un supermercado chino a comprar un vino para deleitarme con su dulce sabor a pasado. Supuestamente hoy –por las elecciones- esta prohibido la venta de bebidas alcohólicas, por suerte los chinos no entienden de eso y yo me compre el vino. Un malbec, muy bueno, lo tome con la comida, un guiso de arroz, justo para combatir este frió.
A las cuatro de la tarde me llama Eduardo y me aviso que había muerto un conocido nuestro; lo habían matado en una pelea. El tipo manejaba su camionetita como todos los días, nada mas que hoy lo hacia para ir a votar. Para en un semáforo, como todo buen conductor respetuoso de las normas de transito. El coche de atrás no frena y lo embiste. Lo demás en corto, ambos se bajan, discuten, la discusión se enciende, el del autito de atrás saca un puñal y ¡paf! Se lo entierra a Roberto en el estomago. Cae al piso en un charco de sangre, se muere desangrado y gritando del dolor.
Así es de efímero todo, uno a veces anda tan preocupado por tantas idioteces y así de la nada viene cualquier estupido y nos trunca los planes que nos llevo toda una vida realizar.
La vida es un ir y venir de acontecimientos peligrosos, solo que no nos damos cuenta de que vivimos sobre la cuerda floja. Caminamos seguros como si de una autopista se tratara nuestro camino a recorrer, y cuando de pronto se nos corta la cuerda nos damos cuenta de cuan irreal y frágil era todo.
Roberto dejo en el camino a dos hijas y una esposa. Nunca más lo van a ver, nunca mas van a ir a andar en bicicleta con su padre como solían hacer todos los domingos.
Llueve copiosamente sobre los techos de chapa del barrio. Allá a lo lejos la vida se escapa un poco más con cada vuelta de aguja del reloj.
No me interesa la política; mejor dicho, no me interesa la política de estos ladrones compulsivos que son los que, lamentablemente tienen en su poder el devenir político nacional.
Hace muchos años que no voy a votar, ni me interesa hacerlo. Da lo mismo, son todos una manga de ladrones.
Sigue cayendo agua de una manera histérica, casi nerviosa. Tal vez todo se inunde, tal vez sea un nuevo diluvio, como aquel de los sumerios. No importa, se nadar.
Hoy fue un día raro, raro y muy frió, tanto que por más que me abrigue bastante, la helada me llego a los huesos. Es malo el frió, duele, mas cuando se pasa por que no hay otra alternativa. Igual que el hambre, son cosas que duelen. Y no hablo de una manera moral ni de solidaridad con el prójimo, hablo literalmente, el hambre duele; y aquel que alguna vez tuvo la desgracia de pasarlo me va a entender.
Fui a un supermercado chino a comprar un vino para deleitarme con su dulce sabor a pasado. Supuestamente hoy –por las elecciones- esta prohibido la venta de bebidas alcohólicas, por suerte los chinos no entienden de eso y yo me compre el vino. Un malbec, muy bueno, lo tome con la comida, un guiso de arroz, justo para combatir este frió.
A las cuatro de la tarde me llama Eduardo y me aviso que había muerto un conocido nuestro; lo habían matado en una pelea. El tipo manejaba su camionetita como todos los días, nada mas que hoy lo hacia para ir a votar. Para en un semáforo, como todo buen conductor respetuoso de las normas de transito. El coche de atrás no frena y lo embiste. Lo demás en corto, ambos se bajan, discuten, la discusión se enciende, el del autito de atrás saca un puñal y ¡paf! Se lo entierra a Roberto en el estomago. Cae al piso en un charco de sangre, se muere desangrado y gritando del dolor.
Así es de efímero todo, uno a veces anda tan preocupado por tantas idioteces y así de la nada viene cualquier estupido y nos trunca los planes que nos llevo toda una vida realizar.
La vida es un ir y venir de acontecimientos peligrosos, solo que no nos damos cuenta de que vivimos sobre la cuerda floja. Caminamos seguros como si de una autopista se tratara nuestro camino a recorrer, y cuando de pronto se nos corta la cuerda nos damos cuenta de cuan irreal y frágil era todo.
Roberto dejo en el camino a dos hijas y una esposa. Nunca más lo van a ver, nunca mas van a ir a andar en bicicleta con su padre como solían hacer todos los domingos.
Llueve copiosamente sobre los techos de chapa del barrio. Allá a lo lejos la vida se escapa un poco más con cada vuelta de aguja del reloj.
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