23 diciembre 2009

Las cucarachas mas leales que el hombre

Me paso algo insólito y alarmante a la vez, que, claro esta, me lleno de más dudas y cuestionamientos de las que ya tenia.
Me disponía, como todos los días, a entrar a mi pero del patio; cuando al abrir la puerta una imagen impactante me desoriento de por vida.
Luego de un rato largo de tratar de comprender la situación entendí todo.
Dos cucarachas, una de espaldas tratando de reincorporarse y la otra… allí es donde mi vida tomo otro rumbo y las cuestiones metafísicas tomaron mayor relevancia, la otra trataba, insistentemente de ayudar a su infortunada compañera a voltearse nuevamente para huir presurosas de la furia de mi zapatilla.
Las contemple por un rato, entre atónito, sorprendido y confundido, como la que estaba de auxiliadora daba vueltas alrededor de la caída empujándola con su pequeña cabecita tratando de ayudarla.
Serán compañeras, pensé, tal vez sean una pareja feliz de luna de miel, o padre e hijo; tal vez sea una madre desesperada por rescatar a su hijo; o un hijo queriendo salvara su madre caída en desgracia.
Porque convengamos que no debe haber mayor desgracia para una cucaracha que quedar boca para arriba sin nada a mano como para poder darse otra vez la vuelta.
A pesar de esa tierna imagen que conmovió mis mas hondas fibras, el implacable zapatazo dio en el blanco eliminando de un solo y potente golpe a ambas compañeras inmersas en su infortunio.
Allí se hallaban, ante mi, cual Romeo y Julieta en su amargo final, las dos morochas aladas, una de espaldas, la otra de frente, mirándose a los ojos, (o lo que quedaban de ellos), con sus pequeñas y rugosas patitas estiradas como tratando con su ultimo aliento tomarse de las manitas para juntas conseguir la libertad.
Libertad tan deseada por toda criatura y solo conseguida a veces por una que otra cucaracha. Claro que este no era el caso, pues ambas cayeron bajo mi zapatilla.
Me arrepentí infinitamente por haberlas matado, tendría que haberlas ayudado y dejarlas ir; pero creo que el instinto asesino y destructor del hombre pudo más que la compasión por dos seres que se amaban y trataban de sobrevivir juntas.
Cual fue la reflexión a que llegue luego de mucho masticar el asunto:

-primero, que tengo un serio problema en mi casa con el control de plagas.

-y segundo, que con seguridad Dios, doto a esos asquerosos y diminutos seres con mas códigos, lealtad, y compañerismo que a nosotros, el ser humano.
¿Cuantas veces abandonamos a quien nos necesita?, ¿y cuantas veces damos vuelta la cara a quien nos suplica ayuda?, ¿y cuantas veces caemos por salvar a otro? Seguro que ya todos llegaron a la misma respuesta que yo.
Estas dos inmundas cucarachas me demostraron que ellas, una plaga más de la humanidad toda, son más “gente” que nosotros, la gente.

Ahora, cada vez que veo una cucaracha, antes de matarla pienso en que nosotros, el hombre, debió de basar toda su conquista por la tierra, desde el mas primero de los principios de la humanidad, sustentándolo en guerras, masacres, odios, matanzas, opresiones, y demás característica única del bípedo llamado hombre.
Mientras que la pequeña cucaracha conquisto el mundo sin derramar una sola gota de sangre, siempre unidas entre ellas.
Y es mas que seguro que cuando la maldita raza humana desaparezca por completo, las que seguirán recorriendo los derruidos pilares de las devastadas y desiertas ciudades serán nuestras amigas de las sombras, las simpáticas cucarachas.

Nota auspiciada por el C.T.A.C. (Centro Tecnológico Amigos de las Cucarachas.)

No hay comentarios: